No se vieron las caras en ningún momento. Al menos físicamente. Pero la tecnología aportó lo suyo para que cada uno supiera lo que el otro decía. La primera jornada del juicio contra el ex gobernador José Alperovich, acusado por casos de abuso y violencia sexual, tuvo como protagonistas al imputado y a su sobrina. Ambos, en forma más acotada (en el caso de él) y muchísimo más detallada (en el caso de ella) mantuvieron lo que vienen sosteniendo desde el principio. La denunciante, que el ex senador la atacó sexualmente varias veces mientras trabajaba para él, y Alperovich, que todo lo que le está sucediendo es parte de una operación política que lo dejó “muerto políticamente” y destrozado en su seno familiar.
La audiencia comenzó pasadas las 10.30 en la sede del Tribunal en lo Criminal 29 de Capital Federal a cargo del juez Juan María Ramos Padilla. La familia Alperovich llegó a las 9.30 en dos vehículos particulares. Del primero bajó el ex gobernador junto a sus hijos Sarita y Gabriel. Del otro lo hicieron sus otros dos hijos, Mariana y Daniel. Su esposa, la ex senadora Beatriz Rojkés, no se hizo presente. Alperovich contestó rápidamente que sí iba a declarar cuando los periodistas le consultaron y luego entró raudamente al juzgado. Minutos después lo hizo la denunciante, acompañada por miembros del colectivo feminista y por los representantes de la querella, Pablo Rovatti y Carolina Cymerman.
Ya con el fiscal Sandro Abralde, los representantes de la querella y los defensores, encabezados por Augusto Garrido y el tucumano Ariel Sosa presentes, el juez Ramos Padilla dio inicio al debate no sin antes advertirle a Alperovich que debía estar atento a todo lo que sucediera. Entre el público sólo se ubicaron Mariana y Daniel Alperovich. Ellos no serán llamados a declarar, por lo que podían estar presentes. Sus hermanos y su madre, en cambio, sí serán testigos del juicio y hasta que no presten testimonio no pueden presenciar las audiencias.
La sesión comenzó con la lectura de la acusación tanto de la fiscalía como de la querella. Los puntos de ambas fueron coincidentes ya que se basaron directamente en la declaración de la sobrina del ex gobernador. Allí ella relata cómo se conocieron (trabajaba en el Ministerio del Interior y finalmente pasó a desempeñar funciones directamente con Alperovich). Y luego relató uno a uno y con detalles los nueve ataques que según ella sufrió de parte del ex senador. Así graficó sucesos en el departamento que Alperovich tiene en Buenos Aires, en la casa de Tucumán ubicada en calle Martín Fierro, otra que era alquilada en El Corte (ambas en Yerba Buena) e incluso en el auto del ex gobernador. Y lo hizo con todos los detalles, recordando la presión que dijo sufrir de parte de su entonces jefe, quien, dijo, la ultrajó en diversas oportunidades.
La joven luego debió responder ya en la sala durante horas el interrogatorio de todas las partes. Pero antes de esto, y luego de la lectura de la acusación, el juez Ramos Padilla le dio la oportunidad a Alperovich de declarar. El acusado, vestido de traje azul, camisa blanca y corbata al tono, se sentó delante del camarista y le aclaró que ejercería su derecho al final del debate. Pero adelantó su postura: “soy un hombre de familia. Soy esposo, padre de cuatro hijos y abuelo de 11 nietos. No soy un abusador. Jamás abusaria de una mujer. Todo esto es una maniobra política. Y lograron lo que querían. Soy un muerto político, pero soy inocente de lo que me acusan”, aseveró. Detrás de él sus hijos asentían con la cabeza y se daban apoyo mutuo.
Lectura de testimonio
Ante la negativa a declarar, el camarista ordenó que se leyera el testimonio que Alperovich brindó en abril de 2020, durante el cual no aceptó preguntas. Allí el ex gobernador también negó todos los cargos, dijo que siempre estaba rodeado de personas, lo que hacía imposible su participación en hechos como los que se le imputaban y cargó contra la denunciante. “Si ella quería que se supiera su verdad, ¿Por qué borró pruebas? ¿Por qué resetear dos veces su celular? ¿Por qué hizo todo esto? Contribuyó en una campaña orquestada en mi contra”, había declarado. Además de reivindicarse como un hombre de familia, el ex gobernador dijo que era incapaz de atacar a una mujer. Y además aseguró que su sobrina era muy inteligente y que por eso le había confiado gran parte de su agenda durante la campaña electoral. “Siempre fue de carácter fuerte y ella me pidió seguir trabajando conmigo. Si dice que fue abusada, ¿por qué no renunció y volvió a su puesto en el Gobierno? Muchos, por distintas circunstancias lo hicieron, y ella se quedó a mi lado. Yo nunca le di un peso, ella cobraba del trabajo en el ministerio”, aseveró. Pero también en esa declaración apuntó sus cañones contra el ex concejal David Mizrahi, a quien responsabilizó por lo que él considera una operación en su contra, pero sobre todo al dirigente de la Bancaria y actual diputado tucumano Carlos Cisneros. “Se cobró venganza porque yo le saqué a la Bancaria el manejo de la Caja Popular”, indicó. “Soy un hombre de 67 años, esposo, padre y abuelo. ¿Voy a arruinar mi vida a esta edad? Yo no abusé de ella”, aseveró en ese momento.
Luego de las palabras de Alperovich el juez Ramos Padilla decidió que era el momento de escuchar a la denunciante. Había llegado la hora de saber qué tenía para decir la mujer que desde hace cinco años pide justicia por lo que dice haber sufrido de parte de unos de los hombres más poderosos de las últimas décadas en Tucumán y que terminó jaqueado por las denuncias. Luego de escucharla vía zoom, Alperovich se retiró presuroso del juzgado, acompañado por sus hijos y abogados. “Soy inocente y va a quedar demostrado. Yo también quiero que se sepa la verdad, esto me mató”, lanzó rápidamente antes de subirse a su vehículo. La primera audiencia había concluido.
Desde 2019: el caso se tramitó en dos jurisdicciones
La causa comenzó en 2019, cuando la joven, que trabajaba como su asistente personal, lo denunció por tres hechos de abuso sexual -dos de ellos cometidos en tentativa- y seis sucesos de violencia sexual agravada por haber sido con acceso carnal.
En un principio, la causa se tramitó en dos jurisdicciones: en el fuero criminal y correccional de la ciudad de Buenos Aires y en la justicia de Tucumán. Pero, tras una resolución de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, se resolvió que todos los hechos debían investigarse en el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N°29.